Podría extrañar que la hierba que da título a estas páginas no ostentase en ellas gran protagonismo, salvo el de servir de contraseña para que un puñado de historias independientes se reúnan en un mismo punto. Y al revés, la misma planta en el libro -igual que en la naturaleza- brota por aquí y por allá, se la espere o no.
Simboliza su adaptación al medio: nace la hierba carmín en un relato de tema psicológico, de crítica del presente o de pura fantasía, sin ninguna preferencia por éste o aquél. Y nos sale al paso en los lugares más corrientes o más extravagantes, desde pies de muros y bordes de autopistas -sin olvidar humildes floreros-, hasta en unos ojos en los que se refleja o en unos dedos que tiñe del color del vino.
O salta en una conversación, da nombre a una calle, arde en un sahumerio o hierve en una cacerola de comida de guerra: por mencionar sólo alguno de los hábitats en que arraiga esta planta fabulosa; no en vano, mi favorita.