«Salimos a la calle y las estrellas seguían luciendo, bellas e indiferentes, como siempre. La luna brillaba en el medio del cielo, como si nada hubiese pasado. Recuerdo el sentimiento de odio, de rabia, incluso de sorpresa, ante el hecho de que el mundo siguiera su curso, imperturbable, con lo que había pasado. Yo estaba como sonada, el mazazo había sido tan grande que todavía no podía hacerme cargo de él. Lo que más había temido en la vida, desde que tuve hijos, que era la muerte de alguno de ellos, había sucedido. Y precisamente de aquella manera tan estúpida, tan sinsentido, quizás ¡tan predestinada! Estaba alcanzando una cota definitiva de mi destino humano».
Este relato cuenta una historia verdadera: la de Teresa, una mujer inteligente, culta y valiente que vivió una vida llena de vicisitudes. Se crió en una familia acomodada, tuvo una educación atípica para su época y, aunque su padre se opuso, acabó casándose con un hombre fuera de lo corriente que la llevó por sendas impredecibles. Fue madre de cuatro hijos y dedicó toda su vida a la enseñanza de la Filosofía, una tarea que le llenó la vida y el alma.
Cuando con setenta y ocho años sufre un accidente en el mar, aquejada de Parkinson, abatida y enferma, Teresa decide sacar a la luz sus recuerdos, algunos muy dolorosos, como la muerte de su hijo adolescente; un suceso dramático e inesperado que convulsionó su vida. A través de sus sueños, de sus vivencias y de eventos extraordinarios que siguieron a esa tragedia, Teresa se ve obligada a mirar hacia su interior. Es así como llega a plantearse el valor de la propia existencia y del destino, el significado de la muerte, la posibilidad de que haya un más allá y de encontrar un camino que nos lleve al mundo de la luz.
Una historia conmovedora y mágica que nos llena de esperanza y puede ser de gran ayuda en los momentos en que la vida pierde todo sentido y significado.