Antes de escribir estos poemas, tuve clara la imagen. Esa fotografía de la portada, en la que mi madre cose y que la cámara de mi padre supo captar en toda su belleza, fue la inspiración: ese halo de luz proyectado sobre sus manos, esa actitud serena, los colores de acuarela que viven en el recuerdo y los olores que aún percibo.
Era tarde, recuerdo que cosías.
Mis hermanos hacían los deberes.
En la cocina,
una olla con leche a fuego lento
y un aroma caliente de vainilla.
Después vinieron los versos y, como aves cruzando el cielo, dibujaron un camino de Hilvanes blancos que me llevó hasta ella.
El horizonte viste
de azul intenso.
Bandadas de cigüeñas
rizan el cielo,
y mientras vuelan libres
van hilvanando
historias de colores
con hilos blancos.