La genética, el tiempo, la distancia, nuestros ojos, los otros… todo son cristales que difuminan la esencia de lo que deberíamos ser. Tan solo entes que caminan desnudos con sus bártulos a cuestas en busca de agua que no esté contaminada y de comida que no esté domesticada. La mirada falaz se enmascara entre palabras y carantoñas. Cuando llega la noche y me quito las gafas, tan solo luz artificial. Y silencio.