Desde el 10 de julio de 2017 al 11 de enero de 2018 he tenido que ser el acompañante familiar de mi hermana menor, de tres que somos, junto a otra hermana y las dos hijas de aquella, en el Hospital Clínico de Santiago de Compostela, que fue sometida a un operación quirúrgica de más de 11 horas con la recuperación incluida.
En la habitación 403 –de dos camas- de dicho Hospital he vivido durante esos meses las peripecias propias que suelen ocurrir en tal establecimiento hospitalario en jornada casi diaria de 10 o más horas.
De esta estancia he compartido habitación, compañerismo y amistad con otras enfermas y acompañantes de muy grato recuerdo todas ellas y ellos. Gentes de muy diversa y dispar valoración, educación y cultura.
Tanto en el personal médico, enfermería y auxiliar he encontrado en la 4ª planta las personas más maravillosas y entregadas a su profesión de una profesionalidad que supera con mucho la excelencia y, que, por mi condición de viudo de una Técnico de Rayos del mencionado hospital quiero hacer constar expresamente mi más sincero agradecimiento por una labor que muchas veces sobrepasa su capacidad de amor y entrega al enfermo.
Mi labor como acompañante queda reflejada día a día con todos los avatares y situaciones propias del caso, que he tratado de reflejar, haciendo ver también mi labor de cuentista que he intercalado, -algunas veces a modo de Cartas al Director de varios diarios- con extractos y resúmenes de esos cuentos que en breve publicaré.
De aquella estadía, hoy en día, tenemos el orgullo de seguir manteniendo amistad con algunas personas enfermas y familiares con las que convivimos durante algún tiempo.
Gracias a Dios, todos nosotros, seguimos recordando aquellos tristes días y la mejor muestra de ello es este libro, recordatorio fiel de tal situación.