El Mundo Perecedero puede ser un lugar ideal para vivir, o, por el contrario, pueden ocurrir un sin fin de cosas que entristezcan nuestros corazones. En la presente novela grandes pesares se entremezclarán con atisbos de optimismo, pero dentro del cuerpo de quienes lo sufran arderá una tenue luz de esperanza con justa fuerza para dar un paso más allá del que tantas veces se imaginara como último paso. Los actuales moradores de este Mundo tan dispar, en un principio los de los territorios del Oeste, son los improvisados narradores que nos detallarán toda clase de aventuras y peripecias en las que se ven involuntariamente involucrados. En la narración nos encontraremos con que los territorios del Oeste están principalmente formados por las liberales Tierras Reguladoras y sus amigos pertenecientes al Alto Reino de los Hombres Privilegiados, junto a los que hemos de incluir un apacible pueblo llamado Lar Gilgarad, que tanto dará de sí en la historia actual. Pero de otras tierras hay, y en particular una de ellas: La Gran Montaña de la Muerte Blanca, que esencialmente discreparán del buen entendimiento de una agradable existencia. Mentes tiranas, su confusa ayuda y legiones de otras mentes escasas pero retorcidas, han hecho inevitablemente plasmar que no puede haber entendimiento, sino más bien irreconciliables, sucias, violentas y desagradables discrepancias, y una Piedra de inestimables propiedades será en gran medida la causante. Integridad y valor harán por contrarrestarlo, aunque en algunos casos sólo sea el empuje de los acontecimientos quien arrastre perturbablemente a algunos seres en su accidentada travesía. Un primer encuentro desencadenador con el tirano. Un lamentable apresamiento. Travesía en busca del referente de la sabiduría. Un desafortunado y chapucero secuestro. Parcos, pero no obstante buenos propósitos de desbaratarlo. Excelsas intenciones de defender las ciudades de las hordas… pero no se puede de las inmundicias. Incursiones en el campamento enemigo y los inevitables encontronazos individuales o colectivos, darán cuerpo a la primera parte del libro, a la cual se le ha dado el nombre del EL DESTELLO DE LA PIEDRA PURA.
La segunda parte, a la que se le ha dado el nombre de DE ALLÁ DEL MAR VINO, nos contará como a requerimiento de Bafalás, el más asombroso de los magos que cohabitan en las Tierras Reguladoras y referente de entre todos los magos y sabios, el Gran Êlias, rey de los Hombres Privilegiados, solicitará de un Impala de una de las Cuartenas de este alto reino llamado Mâtrias (quien desde un principio es el principal involucrado en el devenir de los acontecimientos) que parta en busca de una desconocida ayuda, más lejos de lo más lejos de lo que ninguno de ellos se había atrevido hasta ese momento y que se hubiese tenido noticia. Para cumplirlo tendrá que enfrentarse con el mar, el gran monstruo azul, querido para algunos, amenazador para muchos, pero incierto e imprevisible para todos. No será fácil dar con la ayuda requerida en el vasto territorio de la totalmente desconocida Titania, pero tan insólita ayuda les será presentada de forma completamente inesperada, aunque tranquilizadora y eficaz, mientras que en todos los territorios del Oeste de la tierra que dejaron atrás las penurias se suceden y la salvación queda relegada al éxito de la tan incierta como esperada ayuda. No es propósito únicamente entristecer los corazones. Los atisbos de esperanza para dar ese supuesto siguiente paso deben seguir existiendo, y en ellos los narradores ahondan para que mucho después de tan correosos acontecimientos se pueda poner un último epílogo que dé a entender que no todo fue en vano antes de garabatear ese siempre solitario, simple y escueto, pero atiborrado del mayor de los contenidos “FIN”.