¿Qué me llevó a resumir los 49 escritos del Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo?
La causa más noble: la defensa de los animales. ¡Nunca encontrarán en la Biblia una
palabra de misericordia para con ellos! Pero sí encontrarán el Levítico, y en él, las
monstruosidades más grandes que pueda tener eso que llaman, desvergonzadamente,
Sagrada Biblia. ¡Me da risa la credulidad del rebaño! Tener por sagrado un libro
que nos presenta a un Dios alcahuete de reyezuelos miserables, y que, cínicamente,
se hace llamar «Señor». Tener por sagrado un libro lleno de enemistad, de esclavitud,
de misoginia, de muerte, de tortura, de castigo, de destrucción, de ira, de venganza,
de discriminación, de homofobia, de impiedad, de avaricia, de contradicción, de
estupidez, de anécdotas desquiciadas, de rituales horrorosos… ¡Qué infamia!
¿De veras Dios es amor? Cómo puede ser amor una entelequia carnívora e iracunda
que ilusiona con el Reino de los Cielos y amenaza con el Infierno. ¿Y de veras Cristo
te ama? Cómo puede amar una alimaña rabiosa que no quería ni a su madre, pues la
negaba públicamente. Es contraproducente la bondad que le atribuyen a Dios y a su
hijo. Sin más preámbulo, espero que, abriendo y cerrando comillas humildemente,
mis dos lúcidos personajes hagan amena esta lectura teológica.