JAMONES Y AZAFRÁN cuenta la historia de los descendientes del hijo natural de un noble, abandonado en la ermita de San Julián y criado en el castro de Guijo, a orillas del río Tormes, enclave militar estratégico en la linde de las provincias de Ávila y Salamanca, entre el reino de León y el condado de Castilla. La historia comienza en el año 1911, cuando Julián Castro llega a Sevilla para cerrar el traspaso del almacén de jamones situado en el número siete de la plaza de Zurbarán, a pocos metros del mercado central de la Encarnación; y termina en 1976, con la demolición de la que había sido, también, la casa familiar. Sesenta y cinco años de la vida de una familia que fue nexo de unión entre la comarca de Guijuelo y la ciudad de Sevilla, de una casa que fue testigo de las singulares vidas que por allí pasaron, de un barrio que fue centro comercial de una floreciente sociedad y de una ciudad que fue protagonista de excepción de los hechos acaecidos en la primera mitad del siglo veinte. En esta novela van a encontrar negocios vinculados a la familia, como el bar Flor, las Maravillas, Casa Román o las Teresas. Establecimientos relevantes del barrio, como el hostal el Pavo Real, el Ocho comidas, la singular casa de los Artistas, las bodegas Vizcaíno o la Viña. Servicios en torno a la actividad comercial al mercado de la Encarnación, como la Unión de Diligencias, la posada del Lucero, la semillería Central, el propio almacén de jamones o la emblemática academia de baile Pericet. Y, sobre todo, la ciudad que crece y se expande desde la Venera, centro geográfico que se toma como referencia para la numeración de las casas, ya presente en el plano de Pablo de Olavide. El drama de las vicisitudes por las que pasan los personajes, el humor impreso en el carácter de los sevillanos, la sexualidad que triunfa sobre la represión y el amor presente en algunas de las formas con que se suele disfrazar y los secretos de la Sevilla eterna.