Más allá de los montes que ve allí, mi dama, y después de leguas de tierra quemada por el sol abrasador, se extiende el vasto mar hasta las costas berberiscas; alargándose con un erótico ronroneo de amor. Ahora, llegando a la orilla y como los tres carbuncos de un broche sobre un velo azul, emergen tres islas: son las Mallorcas.
Angélique. Manosque 1930