Josefina estaba llena de ilusiones, de sueños cortados por un hecho ocurrido en su adolescencia que la acompañó hasta su vejez. Se encerró en sí misma, o quizá la encerraron, hasta el punto de que nunca conoció la libertad.
No disfrutó del campo, de las sensaciones placenteras, de la vida. Sus límites eran las cuatro paredes de su casa. Para ella no existía el mundo, sino sus recuerdos, aquellos recuerdos que la llevaban a tararear canciones de su tiempo y a sentir vergüenza y remordimiento.
La maternidad de su hija hizo que su vida explotara y descubriera que el miedo no había hecho más que cortarle las alas, alas que despliega a lo largo del relato en una catarsis que se percibe desde las primeras páginas.
Acompañar a Josefina en su camino es descubrir a las mujeres que vivieron calladas, cercenadas en sus libertades por hechos de los que se sintieron culpables.
La historia de Josefina es la historia de algunas mujeres a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, de su evolución, de su descubrimiento.