Un encuentro fortuito tiene lugar en el devenir cotidiano del insigne protagonista: un enfermero de ámbito hospitalario. Un aluvión de «causalidades», que no casualidades, comienzan a diseñar una serie de travesías con destino incierto; indetectables «seísmos» que van agrietando su universo más incorpóreo, donde el control ya no está en sus manos. Caminos ignotos en esencia, que, conforme iluminaban su interior, desvelaban aspectos, sentimientos, pensamientos… de desconcertante magnitud para él.
Dicha estrella serafínica conforma un «eje central» en torno al cual va girando su vida. Donde va teniendo lugar un progresivo y pleno alumbramiento en su corazón capaz de deslumbrar los ojos de su alma, debido a las silentes pero maravillosas emociones que comienza a experimentar. Una eclosión que le permite interconectar su presente con su pasado, en un sincretismo mental, emocional y espiritual, que suponen para él una poderosa y gratificante catarsis. Liberación esta, capaz de inundarlo todo, ilimitando su facultad para amar. Ello entraña un descubrimiento sobre sí mismo, por medio de un amor que todo lo puede, que todo lo hace vibrar, que todo lo revive, que todo lo unifica…, que todo lo eterniza. La abuelita de Kundera es un extraordinario «encuentro» mutuo entre ciertos protagonistas, que alcanza su álgido espacio de verdadera reflexión dentro del agujero negro que está significando para nuestras vidas la actual pandemia que padecemos.