Cuando contemplamos la Tierra, y la Vida que sobre ella se asienta, y la comparamos con sus planetas hermanos, debemos admitir que la Tierra es única. Que el planeta favorece el desarrollo y evolución de la Vida es casi obvio viendo el registro histórico de adversidades y dificultades por el que la Vida ha pasado y evolucionado. Pero ¿podría también la Vida favorecer al planeta Tierra? La teoría de la Tectónica de Placas nos descubre cómo evoluciona el planeta y cómo gasta su energía interna: produciendo continuamente corteza oceánica por las dorsales y reciclándola por las zonas de subducción. Un mecanismo que genera otro tipo de corteza, la continental, que no se puede reciclar y que determina que el planeta envejezca creando una gruesa costra de corteza continental, a costa de reducir su piel joven y dinámica de corteza oceánica. En este libro se desarrolla la idea de que la Vida puede retrasar este proceso al favorecer que los procesos de subducción, que generan la corteza continental, no se desarrollen tan rápidamente. Una Alianza entre la Tierra y la Vida, una simbiosis, donde la Vida hace que la Tierra envejezca con lentitud, y la Tierra protege, potencia y favorece el desarrollo de la Vida