La Ballesta de Plata es, sobre todo, un canto permanente al amor y a la amistad. Al amor como el que siente Pedro, el joven paje del marqués de Hueto, hacia Eugenia, su hija, apenas una adolescente, que casi sin darse cuenta y sin manifestación expresa de corresponder al amor del paje va creando una situación que les hace cómplices. Dado que la sociedad de la época no veía con buenos ojos el enlace entre un plebeyo y una noble, el joven paje ha de luchar, por tierra y por mar, para hacer méritos y conseguir la mano de Eugenia.
Ayudado en sus aspiraciones para ascender en la escala social por su amigo Jeromín, su hermano de sangre, transformado ya en el Príncipe don Juan de Austria, participa a su lado en la Guerra de las Alpujarras y en la Batalla de Lepanto.
En cuanto a la amistad que une, desde su infancia, a Pedro con Jeromín, el hijo natural del emperador Carlos V, es una muestra evidente de que, como le repite muchas veces Eugenia a Pedro, la nobleza no se obtiene por nacer en una lujosa cuna, sino que la nobleza se adquiere, sin necesidad de heredarla, cuando se tienen y ejercitan las virtudes propias un caballero.