LA BANALIDAD TRÁGICA
Un nuevo fantasma, estúpido y postmoderno, recorre hoy Occidente: el fantasma de la banalidad. Se puede encontrar su presencia y su influencia en todas partes, en la religión y en la política, en la educación y el pensamiento, en la moral y las costumbres, en el arte y en todas las formas de la cultura, porque se ha convertido en una pandemia anímica global que todo lo invade. La banalidad es el triste signo de los tiempos que corren, la musa que nos inspira, la trivialidad que nos aliena y el débil ánimo que nos empuja; una banalidad hipócrita y cobarde que pretende ocultar y disimular nuestra tragedia y pintar en nuestro rostro la falsa máscara de la felicidad. Vivimos tiempos en los que lo banal y lo trágico van de la mano, en los que la frivolidad y la desesperación caminan juntas con naturalidad, como si hubiesen nacido para entenderse a la perfección.
Estas meditaciones epistolares son el resultado de mi personal crítica y resistencia ante ese fantasma estúpido y postmoderno que llena el mundo en el que nos ha tocado vivir, un mundo al que considero inconscientemente atrapado por la angustia y el miedo, desesperado y nihilista. Contienen un rechazo hacia él y una esperanza contra él. También son un desahogo. Y una confesión pública. Y un intento de pensar en libertad.