Existe una concepción reduccionista de la Historia del Arte, entendiéndola como la sucesión de tendencias estilisticas, de formas características, de referencias visuales y de autores insignes que englobamos en movimientos, totalmente desarraigados de la realidad. Más grave resulta antropológicamente seguir sin saber definir la cultura o concebirla como sinónimo del conocimiento aceptado o recogido en los diferentes currículos. Si la cultura es el “sistema de concepciones expresadas en formas simbólicas por medio de las cuales la gente se comunica, perpetúa y desarrolla su conocimiento sobre las actitudes hacia la vida” (Geert,C. 1987) resulta imposible que las otras materias no encuentren ni busquen puntos de unión para existir o tener sentido en nuestra concepción del mundo.
La situación se complica cuando reservamos sólo a la asignatura de Historia del Arte el monopolio de desarrollar supuestamente la competencia artística, pero en ocasiones ni tan siquiera es así, pues se limita al tratamiento de los materiales. La clase de arte se convierte en una reconstrucción lineal de estilos, autores y obras, un enfoque historicista desprovisto de contextualización y reflexión cultural.
En este trabajo se pretende abandonar la idea de que la competencia artística y cultural es un coto privado de la Historia del Arte o campo vetado para las otras materias, ofreciendo desde la Historia como demostración, un enfoque multicultural de la Guerra de la Independencia y una propuesta didáctica sobre la relación entre arte-cultura-poder durante el franquismo.