Si nos preocupa tanto nuestra salud, ¿por qué seguimos entreteniéndonos con cosas que poco o nada tienen que ver con ella? ¿Por qué dejamos que un número en la báscula, la búsqueda de la felicidad o esa dichosa «mejor versión» nos digan cómo vivir? ¿Y por qué, en vez de cuestionarnos las cosas, nos limitamos a idealizar discursos ajenos y repetirlos como loros? Quizás no nos damos cuenta, pero perseguir lo que otros aseguran que es lo correcto puede ser la forma más rápida de estrellarnos.
Estamos rodeados de mensajes que nos prometen ser especiales, pertenecer a algún grupo con el que identificarnos, pensar en positivo… pero que, al mínimo desvío, nos cargan de culpa. Dieta de moda, autoayuda que promete iluminar el camino (siempre y cuando compres el curso premium, claro), pensamiento positivo para que sonrías mientras todo se desmorona, eneagramas que te encasillan en un número y te hacen creer que ya te conoces. O esas ideologías que dividen el mundo entre los buenos (los que piensan como nosotros) y los malos (todos los demás). Vamos, que tenemos un menú completo para «darle sentido» a la vida… o eso dicen. ¿El resultado?
Una trampa perfecta, alimentada por una sociedad que se mueve al ritmo de las tendencias en redes. Después de Un menú tabú para la cultura de la dieta y 99°C, llega La gota que colma, pensado para quienes están hartos de los gurús que tienen más frases motivadoras y consejos salvavidas que sentido común. Así que, si estás realmente hasta las narices de aquellos que dicen saberlo todo y te venden la salvación envuelta en recetas mágicas, este libro es para ti. Aviso importante: el autor no viene a salvarte ni a cambiar tu vida (eso te lo deja a ti), pero sí a dejar claro lo importante que es pensar por uno mismo, o al menos intentarlo. Porque, al final, nadie más va a hacer ese trabajo por nosotros.
Y, siendo sinceros,
por qué deberían?