Aurelio y López son dos amigos que se conocen estudiando Derecho en la Universidad de Oviedo. López es un joven de derechas al que no le importa llevar a los extremos su forma de pensar, pero que aprovecha sus dotes persuasivas de ingenio y facilidad de palabra, creando problemas donde no los hay, y también para encandilar a las mujeres por su porte distinguido y atlético; además es moreno y con ojos azules. Aurelio, todo lo contrario. Callado y discreto, no pasa por las valentonadas de López y siempre intenta resolver las actitudes políticas opuestas mediante la cordura de la palabra y la discreción.
La Guerra Civil atrapa sus jóvenes vidas y resuelven inscribirse voluntarios en Oviedo para la lucha entre unos y otros, que les llevará ignominiosamente a la batalla actual más cruel de las mundialmente conocidas, por las temperaturas extremas, el hambre, las enfermedades y la barbarie; una disputa entre hermanos como jamás debió existir: la batalla de Teruel.
Dos meses y medio, vistos en el tiempo, podrían parecer poca cosa; sin embargo, gracias al legajo rescatado entre los enseres de Aurelio, hoja matriz de los servicios de guerra, nos trasladan día a día a esas fratricidas fechas, lugares, pueblos, donde morir formaba parte del concepto habitual del trasfondo.
Aurelio y López configuran qué parte de la batalla de Teruel será un antes y un después de su amistad, pero no cuentan con que la muerte les acecha en cualquier rincón de ese «antes», que no respetará el «después».