Con una prosa aparentemente sencilla y directa, Helena Malaska nos invita a recorrer los paisajes de la infancia de una niña (¿ella?), a seguir sus huellas en la nieve de una pequeña comunidad de Finlandia,
apenas a unos cientos de kilómetros del Círculo Ártico, pero muy cerca de cada uno de aquellos que aún podemos recordar la primera vez de todas las cosas: del amor, el dolor, la muerte y la amistad.
Los relatos llevan adelante un ejercicio de autoficción, que es a su vez un experimento donde el lenguaje y la memoria interactúan, pues se acerca a su infancia a través de una lengua que no es con la que nació, como una extranjera caminando entre sus recuerdos.
La infancia recobrada puede leerse como un conjunto de relatos independientes o como una novela fragmentada por los años y el olvido.
Pero es sobre todo una lectura íntima, amena e inolvidable.