Los españoles llevamos desde hace siglos unos estigmas de los que no logramos desprendernos. Sin embargo, ni a todos los españoles nos gusta que los toros mueran en la plaza, ni asesinamos sádicamente a tantos nativos americanos, ni la Inquisición hizo y fue lo que habitualmente se dice.
Esta obra no pretende limpiar nada, ni demostrar que la labor inquisitorial fue razonable, ni justificar la inmensa cantidad de injusticias y atrocidades que se cometieron. La Inquisición no tiene disculpa y supone una aberración moral organizada por el deseo de controlar las ideas, el pensamiento y las conductas desde el poder religioso y político y, todo ello, desde la crueldad y en un contexto de rapiña económica. Pero la Inquisición, como cualquier obra humana con
una fuerte influencia en la Historia, requiere que se indague en lo que realmente fue. Solo pretendo encontrar las verdades y mentiras que se cuentan del Santo Oficio, desenmascarar los tópicos que se dan por ciertos sin serlo y, sobre todo, que los españoles que así lo deseen asuman un pasado histórico razonado, contextualizado y sin complejos, despojándose de un sambenito que tanto les pesa.
Esta obra, basada en gran parte en documentos originales, pretende mostrar qué fue, cómo actuó, cómo surgió y cómo desapareció esta institución cuyo epitafio firmó Mariano José de Larra el dos de noviembre de 1836 en un artículo que publicó en el Español. El artículo se titulaba «El día de los difuntos de 1836 – Fígaro en el cementerio –» y en uno de sus párrafos se podía leer:
¡Santo Dios! Aquí yace la Inquisición, hija de la fe y del fanatismo: murió de vejez.