«—Es que a veces te he oído hablar con el piano.
—¿Me has oído hablar con el piano? ¿Y qué me decía el piano?
—No sé lo que te decía el piano, pero sí que oí lo que tú le decías a él.
—¿Ah, sí? ¿Y qué era lo que le decía, si puede saberse?
—Le decías que ya hacía algún tiempo que no lo tocabas, y que, si seguías así, lo ibas a olvidar todo. Y que, de todas formas, irías todos los días a levantar su tapa, tocarías algunas teclas para dejar en libertad sus notas. Algo así decías. Y que el piano, si no se tocaba, era la prisión de la música. Y que no te apetecía tener prisioneros en tu casa…».
Joan y Antonio. Nieto y abuelo. Joan pregunta y Antonio reflexiona y responde con lo que sencillamente sabe. Joan es un niño de ocho años, inquieto y con deseos de conocer. Su abuelo le informa. Le hace partícipe de sus pensamientos. Los dos viajan en sueños. Y también cuando están despiertos. Caminan por los caminos de la vida en un caminar en el que siempre la espera resulta necesaria.