Estamos ante un relato sobre la relación de amistad entre Salvador Arrabal y el autor.
El ofrecimiento generoso del primero por cuidar un caballo al segundo, además de posibilitar al autor la práctica de una afición a la que —en aquellos años— difícilmente hubiera podido llegar de otra manera sirvió, sobre todo, para estrechar la relación entre ambos y para descubrir al autor pareceres y puntos de vista que desconocía.