Colarte en una boda, ordeñar una vaca, probar la salsa más picante…
Seguro que alguna vez has escrito una lista de cosas pendientes por hacer en tu vida. O quizás no.
De cualquier modo, aquí está la historia de cómo Yago cumplió la suya a través de su hermana.
A finales de marzo, Virginia paseaba por la Gran Vía de Madrid e iba de camino al taller de restauración donde trabajaba junto a Silvia, su jefa.
Virginia pensaba que sería un día más de su semana y acabaría de trabajar a las seis y media. Intuía que terminaría tomando unas cañas en la Bodega de la Ardosa con sus amigas, Mar y Nuria, y que vería dos capítulos de su serie favorita con Edu, su compañero de piso, en su pequeño, viejo y acogedor ático de Prosperidad.
No pensó demasiado en Beltrán, el dueño de una cadena de hoteles de lujo que le rompía el corazón cada viernes. Su “casi algo” irresistible.
Tampoco anticipó que Alejo, un amor de adolescencia, estaba a punto de volver a su vida, ni se acordó demasiado de su hermano Yago, que llevaba enfermo más tiempo del que podía recordar.
Pero, por menos vueltas que le hubiera dado a todo aquello, la vida tenía preparada una aventura para sus próximas semanas: una peculiar lista de treinta cosas por cumplir.