Un atardecer, mientras regresaba a su casa, la protagonista se entera de que su padre se reúne, en lo alto de la tierra donde ella vivía con su familia, con el poderoso dueño de dichas tierras a quien su padre le sirve y ambos hombres deciden algo que ella ignora.
Ella tiene un sueño en el que se desplaza a lo largo de un sendero. En el mismo figura un huerto semejante al que corresponde a los inicios de los tiempos. Una serpiente la persigue en ambiente de pesadilla que sugiere los días iniciales del mundo. La imagen bondadosa de su madre atenúa , a ratos, la tensión. En otro sueño, figura una montaña en torno a la cual flota una luz significativa. Se presenta en el sueño un leñador quien le indica el sendero para alcanzar la montaña.
Al despertar, en las horas oscuras de la tarde, una mujer extraña pasa junto a la puerta de su casa y habla sobre el pecado de aquella población y de un supuesto castigo llegado del cielo que involucra el desbordamiento del río y la desgracia de todos. Así había sucedido antes en la historia del poblado. Su hermana Esther y el novio de la misma rememoran la creencia tradicional sobre el hombre que sueña episodios simbólicos de épocas de prosperidad y penurias a través de escenas donde aparecen sucesivamente ovejas robustas y débiles. Los sucesos se ligan a la presencia o ausencia de fe de la gente.
Ella se entera de que el poderoso ha pedido su mano para matrimonio y su padre lo ha concedido por respeto al poder de dicho señor. Ya en casa del hombre poderoso, ella se entera de que no es más que parte de una larga lista de mujeres poseídas en iguales circunstancias por el solitario personaje absoluto. Tras poseerla, el hombre la desecha porque ella representa el tiempo cuyo efecto destructivo él no puede enfrentar ni detener . Le consume su muy larga edad y experiencia dolorosa interminable. Ella es esa inevitable amenaza.
En medio de su pesadumbre, ella encuentra un amante espiritual y moralmente diferente ya que pertenece a una familia proveniente de una tierra distinta, llena de fe y amor limpio y sencillo. Al enterarse, el poderoso la requiere en su casa para formularle reclamos de esposo y dueño. Lo hace con extrañeza y rudeza tal, que ella, temerosa, retrocede y se ampara en una lámpara de pared con la cual lo golpea. Rumores sobre la tragedia extendidos por el pueblo hacen que el padre de su amante la aleje de su hijo. Ella vuelve al río donde se encuentran de nuevo. Las aguas cubren las palabras de ambos amantes en la escena final.