Esta es una novela que narra la niñez y juventud de Santiaga Aguacatitla, una mujer nacida en el seno de una familia de la Sierra Norte de Puebla, nieta de un chamán del que hereda las tradiciones y la herbolaria; a lo que su familia se opone, principalmente su padre. La protagonista parece estar determinada por la pobreza, la ignorancia, los servicios de salud deficientes, la falta de equidad de género, el tráfico de personas, la violencia intrafamiliar y otras situaciones adversas que ella sortea con inocencia plantando su mejor cara. El libro está escrito en doce capítulos, uno por cada mes del año simbolizando la vuelta al sol que los serranos cuentan para el regreso de sus muertos.
En sus hojas se destaca el sincretismo entre el catolicismo y sus antiguas creencias; revela las costumbres en la forma en la que visten, hablan, piensan, miran, huelen, saborean, sienten, sufren, aman y disfrutan la vida. Para la autora, la finalidad es que el lector, a través de los ojos del narrador omnipresente, vea cómo se desenvuelve esta cultura; así que es un viaje a sus tradiciones, la magia, sus curanderos, su amor por la flora y fauna, pero también a retos como el subdesarrollo, el alcoholismo, el maltrato a la mujer, la mortandad infantil, la trata de personas y la migración.