Alanís Aldrich es una huérfana del siglo XIX a quien adoran, amparan y educan unas monjas de un convento en la ciudad española de Granada (Andalucía) a principios de dicho siglo. Las revueltas contra los franceses invasores durante la invasión napoleónica en España no pudieron impedir el incendio causado por las tropas francesas del convento de Santa Catalina de Siena, donde Alanís, junto a otros niños, recibían el abrigo de las monjas dominicas. Afortunadamente, tras el trágico suceso, el convento resurge de sus cenizas y los pequeños desamparados que protegen las religiosas dominicas pueden salvarse. Entre estos infantes se halla la pequeña Alanís, que agraciada por el destino no tarda en ser adoptada por una rica familia inglesa. El acomodado matrimonio seguidamente se traslada con la pequeña Alanís a su residencia en Liverpool. Desde entonces, una serie de trágicos acontecimientos envuelven a Alanís en una vida que, aunque carente de arropo familiar, hace de ella un ser muy especial dotado de maravillosas cualidades. Así comienza la historia de una bella joven que, sumergida en plena naturaleza, desarrolla los poderes necesarios para contactar con seres de otras dimensiones que la transportarán al siglo I de nuestra era. Allí aprenderá las bellas cualidades que pueden surgir en el ser humano en cualquier momento de su trayectoria existencial. Un hermoso paseo por la época renacentista en la Florencia del siglo XV atrapará a Alanís gracias a su gusto por el arte, y desde entonces y ya en su incipiente madurez se verá gradualmente implicada con agrado, entusiasmo y una gran curiosidad en los misterios de los orígenes del ser humano como ser inmortal capacitado para cambiar el transcurso de su vida en los momentos más difíciles, donde su existencia y su supervivencia corren un grave peligro. Alanís nos revela, de la mano de pintores de renombre mundial, uno de los secretos del arte pictórico más celosamente callado durante siglos, que desvela la existencia de seres extraterrenales desde tiempos inmemoriales coexistiendo con el ser humano. ¿Seremos capaces de admitir la verdad de un cosmos lleno de vida plural donde multitud de dimensiones espaciales se desenvuelven entre sí mientras el mosaico del infinito manifiesta su apoteósica superioridad?