Como una rosa que desde su entreabierto cáliz ve, feliz, lo que espera, que es el primer resplandor del alba, y de inmediato extiende allá las frescas alas de sus pétalos, ansiosa de luz y color; y acaso con alguna lágrima de rocío, pronto acaba abriéndose del todo al gran día primaveral, deshecha en cascadas de risa y belleza… —Así la vio venir el poeta por primera vez. Luego, ella, al sentir que las imposibilidades vencían las ansias de su corazón, frustrada y triste, se recogió en sí misma. Y cuando, al cabo, él la volvió a ver, estaba toda marchita. Transida de pena, de su rostro se le caían los pétalos, y ya no se la oyó reír nunca más.
Biografía: