Hace ya tiempo, cuando yo comenzaba a asimilar mis primeras experiencias, y en un ambiente similar al mío, aparecía en mi escena una chiquita que, más tarde, agobiada por ese ambiente que creía no suyo, pretendiera volar sin apenas saber andar.
Aquel ambiente rural, donde no había sitio para las inquietudes ni los sueños, donde el camino a seguir estaba trazado de antemano, donde unos padres «normales», como todos, planeaban, planificaban el futuro de un hijo, o de una hija.
Aquel ambiente, decía, iba a mantener, a sacar adelante, una extraña, ajena y rebelde, una chica que no aceptaría todo aquello que le tenían reservado.
Esta novela está dedicada a todas las «Raquel» que han existido y que siguen existiendo, a todas aquellas chicas que se han visto en la necesidad de recomponerse, de reconstruirse de forma constante a lo largo de su vida, con mi deseo vehemente de esperanza y mi recuerdo entrañable y amargo para todas ellas.