La arquitectura del drama se vertebra por medio de una trilogía, tres obras cuyos títulos
LA REINA BLANCA, EL MAESTRE DE SANTIAGO y LA AMISTAD DE DOS
REYES se organizan en treinta escenas, algunas de las cuales –“La Boda Real”, “El
tesoro escondido”, “La profecía de Merlín”, “Monólogo del rey don Pedro”, “Ni quito
ni pongo rey”, “La noche de los espectros”, “La guerra de los dos Pedros”, “Muerte de
don Fadrique”, “El físico y la dama”, “Muerte de María de Padilla”, “Sorpresa en la
Alhambra” o “Dos bandos. Una batalla”- conforman el epicentro de una trama en la
que sus protagonistas: El rey don Pedro, María de Padilla, Don Enrique de Trastámara,
Blanca de Borbón, Pedro IV de Aragón, El maestre don Fadrique, Samuel Leví, Camilín
el bufón real y un sinfín de reyes y reinas, oficiales reales, nobles caballeros y gentiles
damas del reino de Castilla, de Aragón o de Granada nos hacen vibrar con sus vivencias,
plagadas de intrigas palaciegas, luchas intestinas, traiciones, amores tormentosos, en
una época turbulenta presidida por la guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra,
con las guerras entre Pedro I y Pedro IV de Aragón, sin olvidar las concernientes a sus
hermanastros y Blanca de Borbón al frente de los rebeldes de “La Liga” y con la terrible
peste negra asolando villas y ciudades.
Este es el escenario (1353-1369) en que se inspira y construye la trama de estas
tragicomedias con los ingredientes de la fuerza de sus personajes, con el aliciente del
rigor histórico, combinado con algunos trazos imaginarios que el autor emplea sin
desdeñar en ningún caso la cronología e idiosincrasia de los personajes coetáneos que
intervienen. La presente trilogía centra su hilo argumental en la figura de Don Pedro I
de Castilla, el personaje más dramático, más grandioso y colosal de entre todos nuestros
Reyes de la Edad Media y en el hecho trascendental de su muerte, acaecida en Montiel
el 23 de marzo de 1369 que dio paso al reinado de una nueva dinastía con Enrique II de
Trastámara; pero también comparte protagonismo su esposa Blanca de Borbón y Valois,
quien sufrió un verdadero calvario, repudiada por el rey castellano que nunca la trató
como a una reina por derecho de casamiento y acuerdo con Francia, sino que además
no permitió se sentara como reina consorte a su lado. Fue, qué duda cabe, una reina
apartada, recluida, infeliz y desgraciada, una “reina sin trono” hasta su trágica muerte
acaecida en 1361.