Ya conocemos la realidad (tomo 1º); el hombre que se encuentra con ella (tomo 2º); los problemas, y las soluciones, que ese encuentro provoca, es decir, la cultura (tomo 3º); y los fundamentos razónicos, con sus funciones y sus métodos, que nos permiten plantear y resolver los problemas (tomo 4º).
Con todo este bagaje de conocimientos ya estamos preparados para vivir. Pero como muy bien dijo Aristóteles, el hombre es un animal social; es decir, un animal que vive con otros, resulta entonces que vivir es convivir.
El análisis de la convivencia nos lleva al análisis de las costumbres sociales, el cual nos lleva a la búsqueda de la corrección de las costumbres sociales, con el fin de encontrar las normas de convivencia
con las que lograr la anhelada concordia en la convivencia.
Tras estos análisis, descubrimos, consternados, que mientras las ciencias, las técnicas, y las artes, han tenido un progreso prodigioso, a lo largo de la historia; en cambio, la convivencia humana sigue siendo el problema pendiente de la Humanidad.
Alguna razón debe de haber para explicar el desaguisado de la convivencia humana. Y, en efecto, la hay; y al indagar las normas de convivencia descubrimos que, en el mejor de los casos, nos encontramos
con una deficiencia conceptual, y en el peor de los casos, con una increíble confusión conceptual.
Para entender este desaguisado, haremos un análisis de los diversos enfoques dados a la ética. Y para acabar con este desaguisado, iremos a la esencia de la ética, lo que nos exige la introducción de una
doble distinción:
– De conceptos normativos: derechos, obligaciones, y prohibiciones.
– De objetivos normativos: pragmatismo, justicia, y ética.