¿Estamos dispuestos a seguir siendo, hasta el final de un tiempo anticipado por nuestro propio caos, esa misma humanidad de siempre, esa realidad gastada y lacerante que siente espanto y vergüenza cuando se mira a sí misma en su propia historia, ese abrumador desorden donde no se es capaz de entender el más profundo significado de la libertad, de la dicha y de la paz? ¿Hasta cuándo vamos a soportar una existencia transformada sólo en una ignorancia abrasadora que llena la totalidad de este mundo de dolor? ¿Hasta cuándo los seres humanos deben seguir ignorando su propia dignidad y la suave esencia de la vida, en lugar de ensalzarla hasta convertirla en un imborrable recuerdo de grandeza?