Antonio Padilla valora las virtudes de su personaje, Mercurio, aplicándole las propias, sin propósito cedente, cuando lo describe como hombre leal y cumplidor, sensible y sumamente honesto al punto de casi obsesionarse con la idea de que su paso por la vida debe quedar marcado por la dignidad y el honor, por su intransigencia ante el insulto, el grito ofensivo y la amenaza, la intromisión imprudente en su soberana intimidad, la maledicencia infamante, y la deslealtad que, claro, incluyen la mentira sobre todo si se busca el daño. Ejerció la abogacía en el Foro de Madrid y fundó el Bufete de su nombre muy conocido y de extendido prestigio.
Laura es un encanto gravitante, rubia natural y, sin contradicción, de piel morena, licenciada en Bellas Artes (pintura, escultura y arquitectura) y en Filosofía y Letras, muy inteligente, raciocinio cabal, completo, formidable, ilustrada y simpática con la gracia natal gaditana. Fundadora y Presidenta de las galerías de arte La Palmera y El Hotel en Cádiz ha alcanzado cuantos éxitos artísticos, personales y aun mercantiles cabe recordar. Enamorados, de tiempo atrás, ambos, Laura y Mercurio, contraen matrimonio en el trayecto de nuestra historia.