La vida es pueblo, de Calderón de la Paca, cuenta la historia de Villavieja de la Azotaina y de sus singulares habitantes.
De la mano de la familia Barrero Carrasco, el narrador consigue sumergir a los lectores en la rutina de un pueblo tranquilo e idílico que se ve sobrecogido por unos inesperados acontecimientos que producen un vuelco de ciento ochenta grados en sus apacibles vidas. Con tono grotesco y absurdo, mientras intentan adaptarse a las novedades, los personajes tratan cuestiones sociales, políticas y personales con la naturalidad, cercanía y cariño con que se manejan en los ámbitos familiares.
El contraste y la comparación entre la España rural y la cosmopolita, y cómo estas diferencias generan cierta atracción la una por la otra, plantean un discurso mucho más íntimo que, de manera indirecta, hace al lector partícipe. Afanarse por lo que no se tiene y evidenciar la ignorancia al opinar sobre lo que se desconoce nos induce a reflexionar sobre nuestras verdaderas necesidades.
La vida es pueblo, de Calderón de la Paca, se desapega de todo tipo de prejuicios para mostrar a unos personajes entrañables que solo aspiran a vivir en paz: libres de enjuiciamientos y presiones, libres para elegir su propio camino y libres para soñar con un mundo de Oz, como todos quisiéramos el propio.