Las bandas sonoras para despedir los días es un apasionante recorrido por aquellos momentos de las películas que, a lo largo de nuestra vida, nos han dejado una huella gracias no solo a la imagen, sino a lo que percibimos auditivamente. Partiendo de la premisa de la importancia de la música cinematográfica como aportación creativa más que técnica, no siempre reconocida como se merece, los 76 epígrafes descritos en el libro son ejemplos de secuencias de la historia del cine en las que las bandas sonoras han desempeñado un papel crucial desde el punto de vista narrativo, constituyéndose en un elemento descriptivo de primer orden mucho más allá que el mero acompañamiento de las imágenes, como se presupone erróneamente. Seleccionados cronológicamente mediante fechas de relevancia relacionadas con el cine (nacimiento u obituario de compositores, pero también las jornadas de estreno de las películas o acontecimientos históricos reflejados en la gran pantalla), el autor del libro no solo explica el papel de la música en secuencias concretas para que el espectador se sensibilice con lo que está sucediendo o reciba información sobre protagonistas o localizaciones, sino que también podremos visionar esos momentos gracias a la inserción de códigos QR al final de cada reseña, lo que nos brinda la oportunidad de utilizar nuestros terminales y comprobar cómo Jerry Goldsmith supo describir magistralmente con su música a John Rambo en First Blood (Acorralado) nada más aparecer en imagen, la involución del personaje de Joker en la película de Todd Phillips gracias a la compositora Hildur Guðnadóttir o, por qué no, descubrir los desórdenes musicales de Nicola Piovani en su oscarizada La vida es bella.
Las bandas sonoras para despedir los días no es una obra academicista ni tiene como objetivo escudriñar sobre la técnica empleada para componer cada banda sonora compendiada. Su cometido es revelarle al lector los códigos emocionales empleados por cada compositor para cumplir con la maravillosa tarea de llegar directamente a la sensibilidad del espectador; dicho más prosaicamente, cómo juegan los músicos con todos los elementos sonoros que les inspiran las imágenes para darle la excelencia a lo que nuestros ojos visionan. Y esa labor tan importante es producto de creadores artísticos, algo mucho más allá que una mera labor técnica.