Sobre las espaldas de una joven recae el destino del considerado como mejor país del mundo para vivir, gracias su clima, su cultura y sus gentes. España, suma de los estratos de quienes la poblaron y de su forma de responder a las circunstancias, goza de un valor geopolítico y de unas fortalezas con frecuencia infravaloradas. La coyuntura de hace medio milenio la catapultó a ser el eje del mundo, pero la del futuro la aboca a notables amenazas, como el calor, el envejecimiento y el desplazamiento al Pacífico del foco de poder. Los retos de hoy pasan por la formación de su pueblo y una mayor cultura democrática. Y una corona apartidista, sin solo conservadores, ejerce un papel clave para ello.
La forma monárquica es mayoritaria entre los principales y muy estratégicos estrechos marítimos, casi todos ellos aliados a Estados Unidos. La jefatura del Estado española representa actualmente una de las cuatro patas de estabilidad del país, sobre todo como garante de la democracia ante quienes se arrogan, sin el refrendo de las urnas, la voluntad social, ya hayan sido militares, independentistas o populistas totalitarios. La votada Constitución legitima este modelo de liderazgo con un sistema de equilibrios internos y ante el mundo. Y la monarquía hispana es la referente europea como la única de entre sus grandes potencias, y la de la principal variante de la mayor religión, como es el catolicismo cristiano, al igual que la que encabeza el segundo mayor idioma planetario.
La geografía y la orografía han marcado la identidad de España, entre norte y sur, y entre el Mediterráneo y el Atlántico. Sus cordilleras determinaron el asentamiento de los invasores y la multiplicidad de culturas que conforman el país. Una variedad sin casi comparación dentro de unas mismas fronteras para alumbrar una potencia, entonces, pero también hoy, gracias a la proyección planetaria de obras colectivas, espirituales e individuales, como las deportivas, artísticas y empresariales. Y el poder blando, en la era de la imagen, de una joven y bella princesa, supone un activo para el país, como icono mundial al tratarse de una de las tres monarquías más famosas del planeta. Una heredera que ha dado muestras de cumplir los requisitos para el cargo que le espera. No le faltarán aliados, pero tampoco enemigos. Un monarca suele mandar más de lo que parece, readaptando su aportación para encabezar la causa en torno a la cual unir a su pueblo. Y en estas páginas se intenta delimitar y concretar todo lo anteriormente expuesto.