La provincia de Cádiz dispone de una situación privilegiada: cuenta con paisajes de tierra, sierra y mar; ondulada campiña y amplios campos de cultivo con lomas de suaves pendientes; lagunas y aguazales magníficos; abetos pinsapos excepcionales y alta montaña, nieve y sol, caza mayor y menor; pesca continental y marina, un litoral extenso de primera línea, y una alta mar prolífera. Sin duda, una de las provincias más variadas y completas de las que cuenta nuestro país; y quizá lo más apasionante de ella, junto a conocer la bondad extrovertida de sus gentes, es descubrir cada uno de sus recodos, sus tesoros naturales ocultos.
Abierto al océano Atlántico, el golfo de Cádiz y su Bahía como antigua delta y marisma y ahora dedicada a los cultivos extensivos e intensivos de acuicultura y con las salinas, la luz radiante y las isletas de pinares, constituyen la joya de un parque natural extraordinario, cuartel de invernada y refugio de las aves acuáticas en la vía de migración a través del Atlántico Norte.
Bañado por el mar Mediterráneo y por el océano Atlántico, la Bahía del Estrecho de Gibraltar se abre imponente a los pies de dos continentes muy diferenciados (Europa y África). Su particular disposición geológica junto a la interacción por las corrientes marinas o los vientos costeros enfrentados (levante y poniente), su particularidades respecto a la humedad y la disposición en altura de sus puerto sobre el nivel del mar, la hacen un hábitat excepcional para el desarrollo de una biomasa forestal increíble y aún muy bien conservada: el parque natural de los alcornocales.
La tercera parte de este libro está dedicada a los versos de amor garabateados en el cuaderno de viaje que cada uno llevamos todavía inconcluso al fondo del zurrón de los sentimientos: poemas azules, oníricos, marinos, infantiles, sin reprimir, que aún cobijan la amalgama rebelde de nuestras ilusiones adolecentes, sobre todo antes de resignarnos, definitivamente, a ser mayores y aprender a claudicar demasiadas veces, encorsetados en nuestros viejos esquemas que no nos dejan ver si no a través de los cañones oxidados de una vieja escopeta, perdiendo la dimensión real y periférica, de quienes, alguna vez, también fuimos.