Las huellas del pasado no se borran con facilidad.
No importa cuántas veces intentemos dejar atrás lo que nos ha marcado, las cicatrices permanecen, recordándonos lo que fuimos, lo que sufrimos, lo que perdimos. Pero, al final, somos nosotros quienes decidimos qué hacer con ellas: nos definen si les damos el poder de detenernos, o nos fortalecen si elegimos usarlas como un recordatorio de lo que hemos superado.
Mi nombre es Mia. Durante años, la oscuridad fue mi sombra. Crecí en un hogar roto, entre mentiras y violencia, donde el miedo y la desesperanza gobernaban mis días. A los trece años, llegué a pensar que no podía más. Pero algo en mi interior me hizo darme cuenta de que, por más difícil que fuera, no quería perder la batalla. Y fue entonces, en el punto más bajo de mi vida, cuando conocí la verdadera fuerza que habita en nosotros cuando aprendemos a resistir.
A lo largo de los años, el amor y la tragedia marcaron mi camino. Gael fue el amor que me enseñó lo que significa entregarse por completo a alguien, aunque el destino, siempre tan cruel, nos separara. Su pérdida dejó un vacío en mi alma, pero también me impulsó a seguir adelante. La vida no siempre es justa, pero en la aceptación del dolor encontré una paz que no sabía que podía alcanzar.
Hoy, ya no soy la misma niña asustada que fui. He aprendido a sanar, a reconstruir mi vida a pesar de todo lo que me ha tocado vivir. No ha sido fácil, y todavía hay días en los que las sombras del pasado intentan alcanzarme. Pero he comprendido que, al final, somos nosotros quienes decidimos el rumbo de nuestra historia.
Este es el relato de una joven que, a través del sufrimiento, aprendió a abrazar el presente y a construir un futuro lleno de nuevas posibilidades. Es la historia de una mujer que no permitió que el pasado la definiera, sino que usó sus cicatrices como trampolín para renacer.
Porque, aunque el pasado nos marque, siempre tenemos la opción de escribir el futuro.
Este es mi viaje.
Este es el comienzo de mi historia.