Eres ridículo, dijo el gran señor. Soy más fuerte, diestro y grande que tú. Mi inteligencia no tiene rival, mi sabiduría conserva el conocimiento del cosmos. Puedo sobrevivir a cualquier cosa y engañar a quien quiera. No puedes darme lecciones sobre nada, lo único que te queda es suplicar por una muerte rápida.
Tienes razón, respondió el amable anciano. Pero tu fuerza no es nada sin la voluntad de luchar contra tus demonios. Tu destreza se pierde sin la esperanza de las pequeñas cosas. Tu supervivencia carece de sentido si no eres capaz de sacrificarte por alguien. Tu sabiduría e inteligencia son solo trabas de una ambición desmesurada. Y tu forma de engañar a los demás te hace no tener a nadie.
Por eso, ¡oh, gran señor! Eres débil y perderás. Separados, no seremos rivales, pero juntos… juntos somos imparables.