Cada palabra de Los besos que nos robaron está escrita desde el amor infinito y en homenaje a mi hijo Mikel, y con la pesadumbre, imposible de olvidar, de no haber podido ayudarle mientras era criminalmente acosado por seres sin corazón al final de su vida.
En el caso de Mikel y de tantos otros chicos y chicas como Kira, Alejandro, Jokin, Mateo, Arantxa, Lucía, Aran, Andrés… (la lista es interminable) ya no llegaremos a tiempo. Sin embargo, estoy seguro de que las campañas de sensibilización y actuaciones contra el bullying que se llevan a cabo (desde aquí mi agradecimiento personal) están salvando vidas de muchos jóvenes que, a pesar de sentirse aterrorizados por sus acosadores, ven la luz al final del túnel y recuperan las ganas de vivir. Con todo, es evidente que nada es suficiente y que es necesario seguir luchando para erradicar esta lacra; el acoso en centros escolares y deportivos sigue campando a sus anchas sin que se tomen medidas eficientes que eviten las continuas muertes de nuestros hijos e hijas.
Como pedía en mi primer poemario, si eres testigo de situaciones de acoso, por favor, no te calles y denúncialo; estarás salvando una vida. Nuestra victoria será ayudar y volver a sonreír, ¿verdad, Mikel? En ello estamos, a pesar de todo. Muxus maitia, allí donde estés…