Tres nombres. Tres actores. Tres cómicos. Tres puntales básicos en el mundo de la revista española con estilos y caracteres bien diferenciados.
Fernando Santos, salmantino de nacimiento, era la parsimonia hecha escena. Rústico, sentencioso, con un mesurado aplomo que se quebraba nada más abrir la boca para desternillarnos de risa con sus frases y sus mohínes corporales.
Tomás Zorí, madrileño, menudito y vivaracho, de ojos como alfileres y veloz como una batidora, no paraba de moverse durante todo el tiempo que permanecía en escena. Su inconfundible voz, rota por el paso de los años, fue una de sus más certeras señas de identidad.
Manolo Codeso, el andaluz del grupo, gaditano, para más señas, fue el eterno jovencito pícaro e ingenuo, de sonrisa contagiosa y característico timbre.
De ellos llegó a decir el propio Orson Welles que no había conocido en el mundo caso igual, pues ni siquiera los míticos Stan Laurel y Oliver Hardy, popularmente conocidos como “El Gordo y El Flaco”, quienes habían estado trabajando juntos durante diecinueve años, habían podido superar el medio siglo que “Los Chicos” estuvieron juntos encima de un escenario.
Zorí, Santos y Codeso primero, y más tarde Zorí y Santos, fueron toda una institución en la revista española, en el llamado teatro musical frívolo.
Nunca tuvieron pretensiones culturales y nunca lo negaron. Aunque lo suyo fuera una forma de hacer cultura, en una entrevista con el periodista de ABC, Ángel Laborda llegaron a decirle: “En las escuelas siempr e hay un tiempo de r ecr eo y a nosotr os cuando íbamos a la escuela lo que más nos gustaba era el r ecr eo. Por eso como el teatr o es una escuela de cultura, nosotr os quer emos actuar en el r ecr eo de los espectadores”.
Lo cierto es que en sus espectáculos jamás recurrieron al mal gusto, ni al chiste chocarrero o sucio. Destacaron por su alto nivel de puesta en escena, por la variedad, el lujo y vistosidad en vestuario y decorados, sin parangón en nuestro país, comparables con los de mayor nivel en Europa. En contra de la opinión generalizada en aquella época sobre el tipo de público al que se dirigían las revistas que se ofrecían en España, ellos montaban las suyas sin nada que ver con aquéllas. En más de una ocasión comentaron que querían que gustasen más a las esposas, para que así ellas llevaran a sus maridos.
Gozaron de una gran popularidad. En ocasiones llegaron a tener hasta tres obras diferentes en la cartelera, coincidiendo la representación teatral con dos proyecciones de sus películas en salas cinematográficas.
Con la desaparición de Zorí, Santos y Codeso puede llegar a afirmarse que la revista musical española también desapareció con ellos. Por eso, desde estas líneas, “Métanse con nosotros en harina para ilusionar a los mayor es, divertir a los jóvenes, con los chicos de ayer, los hombre es de hoy y los actor es de siempre”.