Daniel lleva desaparecido más de una semana. Su último paradero conocido lo sitúa en una cabaña ubicada en la sierra de Madrid, en donde quedó con sus amigos para desconectar unos días. Sus padres lo buscan desesperadamente y acaban recurriendo a los detectives privados Alberto Mata y Eva Latorre.
La ausencia del chico está rodeada de extrañas incógnitas. El punto de partida de la investigación son cuatro círculos enormes de hierba quemada hallados en una llanura próxima a donde se le perdió la pista al muchacho. La idea generalizada es la de que algo muy grande aterrizó en ese lugar.
Daniel no desapareció solo. Su amigo Javier se perdió con él, con la salvedad de que aquel, días más tarde, apareció inconsciente y en medio de unas circunferencias muy similares a las del llano de la cabaña. Después de narrar a los médicos que seres de otros mundos los secuestraron, el doctor Rísquez ordena su ingreso en el Centro Psiquiátrico Santa Isabel.
El testimonio de Javier es clave para los investigadores; solo él puede decir dónde localizar a Daniel. Aunque no lo tendrán fácil. Su aparente estado mental no ayudará tanto como esperan.
Cada uno de los indicios que van surgiendo apuntan a que se hallan ante un suceso sobrenatural, algo fuera de toda lógica. Eva y Alberto tratarán de encontrar a Daniel cuanto antes, intentando despojar de sus mentes los tintes de irracionalidad que está cogiendo el caso.