Pío Baroja escribió en el prólogo de su obra La nave de los locos que la novela era un género multiforme donde cabía toda clase de temáticas. Este ensayo, con más de cuatrocientas citas, pretende dar carta de naturaleza a esa visión global que propone el narrador donostiarra.
El análisis comienza con la duda que siempre acompañó al escritor sobre a qué mundo social pertenecía: si al de la burguesía, en la que pretendió ingresar, o al de los obreros, pues no se debe olvidar que heredó la propiedad de una tahona, lo que le causó muchos contratiempos con sus empleados.
Sigue con el estudio de la dualidad entre los personajes activos o nietzscheanos y los reflexivos o schopenhauerianos, oposición que resulta ser la de mayor transversalidad en toda su obra.
El contraste entre el Norte y el Sur es otra confrontación que cubre gran parte del universo barojiano, sin ocultar sus preferencias por lo septentrional y lo nórdico, que considera más positivo que el mundo latino y meridional, con el que se muestra con dureza.
En este contexto, la literatura, los paisajes, la pintura o las razas desfilan por la retina barojiana sin desprenderse en absoluto de su inveterado inconformismo, que lo llevó a la temeridad de adentrarse en el exclusivo ámbito de la poesía. Su incursión chocó frontalmente con la oficialidad, que lo estaba esperando, al publicarse su libro de romances Canciones del suburbio, una auténtica transgresión, si no provocación, en el mundo cultural de la época.