«Dame un agua guisá de esas, se me va a salir el corazón del pecho».
Entonces yo lo comprendí, iban a llevársela… como a otros tantos en esos camiones de los plátanos… se los llevaban y no aparecían más.
Hacía varios años que no pasaba, pero nunca estuvimos tranquilos del todo. —Yeya se calló, los demás nos miramos, parecía que se había dormido—. «Ten cuidado, Mauro». —La anciana volvía al relato y al momento—. Pero él decía que no podía dejarla en la estacada, que la maestra nos había ayudado mucho. Pensó en ayudarla a escapar a través de Tejeda y Tunte hacia el sur, pero lo convencí de que esa mujer tendría entonces que huir toda su vida. Julia confirmó una vez más el papel de las mujeres en la sociedad poniendo aguas guisás, cordura y luz en tantas situaciones de la vida. Pero sobre todo admiraba la lucidez de yeya Pilar con sus 97 años trayendo al presente recuerdos tremendamente dolorosos.