Vandellós I, 19 de octubre de 1989, «la central está ardiendo, vente como puedas». No solo acudieron los trabajadores de los retenes, sino que, alertados por el humo negro que salía de la central, acudieron voluntariamente más de cien trabajadores, que junto con los que estaban de turno, jugándose la vida en intervenciones arriesgadas, salvaron a la central del desastre. «Al cabo de media hora más hubiera sido un desastre, el agua hubiera llegado al nivel de las bornas de los motores y se habrían perdido las dos turbosoplantes que refrigeraban el núcleo, hubiese sido otro Chernóbil». «Ten en cuenta que yo me despedí de mi familia, pero es que, ten en cuenta una cosa, si central auxiliar se va abajo, si central auxiliar no responde, a estas horas Chernóbil es poca cosa, ¡eh!, o sea, toda esta zona estaría más que abandonada». «Estábamos allí para que esto no se borrara del mapa como Chernóbil». «Aquello hubiera sido desgraciadamente un Chernóbil, pero, en fin, gracias a Dios no pasó nada». Estos son algunos de los testimonios que me han dado los trabajadores. Al igual que ocurrió en Chernóbil, las voces de los héroes fueron silenciadas durante muchos años por una posición del sector nuclear de querer taparlo todo. «¡La gente no llegó a saber las dimensiones de lo que ocurrió, lo que ocurrió lo taparon muy bien tapado!» A diferencia de Chernóbil, en Vandellós, los trabajadores, jugándose la vida muchos de ellos, consiguieron refrigerar el núcleo del reactor y evitaron que el accidente tuviera un resultado catastrófico en toda la zona de Tarragona que rodeaba a la central.