Teodoro es un niño alegre y vivaracho al que el trato cruel que le dispensa su padre lo amilana de tal manera que a partir de la pubertad se convierte en un ser taciturno, tímido y retraído. En una aciaga mañana de diciembre, descubre con estupor que no es hijo de quienes cree en el crítico momento de ser llamado a filas, ya que, hasta entonces, había permanecido analfabeto integral sin que tuviera necesidad de presentar certificado o papel oficial alguno. Agraviado en lo más profundo y henchido de rencor, rompe con su padre, del que no admite ninguna justificación por su proceder, y, lacerado en lo más íntimo, huye sin rumbo mediante un rocambolesco viaje que le hace recalar en Francia. Allí descubre una nueva vida y consigue labrar un porvenir que ni en sus mejores sueños habría podido imaginar, merced a una buena familia paisana. Después de casi toda una vida en Francia y tras la muerte de Dominique, su esposa, decide volver de nuevo a la ciudad que lo vio nacer, transcurridos 57 años y no pocas incertidumbres, por la añoranza y el amor que aún perduran en su recuerdo. Arriba a Mérida, repleto de melancolía y congoja, recorriendo todos los sitios por donde transitó su niñez y su juventud, comprobando con tristeza infinita que nada queda de lo que él vivió ni lo que fue de su familia. A través de un tortuoso y emotivo recorrido, encuentra a Emilia, un inalcanzable deseo de juventud al que ni supo ni pudo amar, descubriendo la vivienda donde ahora habita por un detalle tan inverosímil como asombroso. Ella se encargará de ponerlo al corriente de lo acontecido a su parentela durante su ausencia, ya que nadie más queda que pueda hacerlo, por medio de un con-movedor y pormenorizado relato trufado de amores, dramas y tragedias; sal-dando, al cabo del mismo, aquel viejo amor que no supieron acometer, pero con la pasión propia de los que liquidan viejas deudas.