Se cuentan por miles las obras donde se trata la Guerra Civil, acontecida en España a finales de la década de los treinta del siglo XX, ya sean ensayos, artículos de prensa, documentales, novelas o biografías. En cualquiera de ellas se habla del bando vencedor, del derrotado, de lo acontecido entre el uno y el otro o de los personajes más destacados de la contienda. Pero, como en cualquier conflicto, pocas veces se ha abordado el papel de los desertores, el de las mujeres que quedaron solas a cargo de sus familias, hogares y propiedades, el que jugó la confraternización o el de los campos de concentración que, casi desde el comienzo del enfrentamiento, y durante años posteriores al final del mismo, surgieron como setas en buena parte del territorio.
En estas páginas, Andrés G. Morillo narra las vivencias de Asunción, la Garrona, y de Ángel, el Gambonito, a la hora de afrontar todos los sinsabores que dicha guerra les depara, tanto juntos como por separado. De familias íntimamente relacionadas con el cuidado y el pastoreo de ovejas merinas, propiedad de terratenientes y señoritos, así como con todas las labores propias que esto conlleva, ambos se conocen durante los últimos años de su infancia, enamorándose casi de inmediato. Ciertos sucesos serán los encargados de separarlos durante su adolescencia, hasta que vuelven a reencontrarse en su juventud, encuentro que dará paso a una boda y a la formación de una familia cuyo primer fruto llevará el nombre de Carmen. Todo esto a lo largo de unas décadas de las más convulsas dentro de la historia de este país. Años en los que la guerra separará a los protagonistas y en los que vivirán experiencias terribles de la mano de otros personajes, no menos importantes en la trama, que marcarán el resto de sus vidas. Son esas experiencias, junto a ese amor, odio, fraternidad, lucha, desprecio, represión y esperanza, las encargadas de iluminar, oscurecer, nublar o hacer resplandecer Los ojos de Eva a partes iguales.
«Los ojos de Eva es la mirada callada y poliédrica de un dios sobre los efectos de una guerra civil, sin juicio alguno. Sobran las sentencias y las opiniones. Todo está expuesto en la novela. Me atrevería a decir que, más que un dios que todo lo ve, brilla la mirada de la mujer sobre la guerra, que no comprende lo que sucede alrededor, y que se ve abocada a luchar también por defender a los que quiere, que no está dispuesta a que los pisoteen. Que aguarda en casa con el fuego encendido. Pero, para comprobar todo esto, nada mejor que leer la novela». (Soledad García Garrido).