Espontáneamente, la masa de gente se retiró, quedando tan solo Kaila y Dominique en el andén contemplando con estupor el cuerpo de Maroun tendido entre los raíles, por segundos se presentía la tragedia. Los gritos de angustia la obligaron a mirar el convoy, y cuando de nuevo bajó la vista a las vías, ya pasaba por delante la máquina chirriando sus frenos. Kaila quedó lívida, sus piernas no la sujetaban, temió desmayarse y caer al suelo sin sentido. Escuchaba la voz de Dominique, pero no conseguía entender lo que decía, los gritos iniciales de la gente se interrumpieron, y el silencio se apoderó del andén… Tendidos sobre aquellas sábanas impregnadas de la humedad de sus sudores, aún jadeando y con las respiraciones entrecortadas, mudos en elogios, pero henchidos de placer, se abrazaron hasta recuperar la cordura, el primero en hablar fue Maroun. —Caray, vaya manera de sudar, Lucía.Ella se giró y mirándole a la cara le rectificó…