A través de escenarios diferentes, incluso de tiempos y personajes ficticios, los tres cuentos de la conciencia nos llevan, de un modo poético aunque crudo, a una realidad despellejada que nos engulle en una reflexión con cada línea que leemos. Su profundidad ha sido redactada por la cabeza y la mano de Arcadio Pariente Salazar y la sutileza de su escritura por su alma. Con unos toques de realidad, profundas reflexiones y la naturaleza como protagonista conductora, deja abierto un camino que cada uno tiene que moldear según su manera de pensar y sentir. El pez que quería volar, el primero de los cuentos, nos lleva, gracias a un pájaro y a un pez, a conceptos como el recuerdo, la amistad, la evolución, la autocomplacencia e, incluso, la autocrítica. Es un cuento que, de la mano de nuestros protagonistas o, mejor dicho, del pico del pájaro y de la boca del pez, nos hará plantearnos cuestiones tan obvias, como a veces tan olvidadas, de la propia vida.
El segundo cuento, El joven prisionero, vuelve a utilizar animales como actores de esta película escrita que nos descubre la libertad, en toda su expresión, y mucho más. Más que una película, podrían ser unos dibujos animados que cobran seriedad con su trasfondo, un bonito cuento que desde un zoo lanza mensajes a quien los quiera escuchar.
El sueño del vigilante, tercer y último de los cuentos de esta entrega, cambia y deja que un niño, Fernandito, nos ponga en situación y actitud ante las cuestiones que se plantean. De esta manera, un vigilante imaginario, que aparece en sus sueños, le guía por un recorrido existencial que, desde una cierta perspectiva, pone en relieve contradicciones humanas como la guerra, un futuro esperanzador o hace referencia a cuestiones místicas. Se trata de una lectura recomendable y amena que recalibra algunos parámetros básicos de nuestra conciencia y de nuestra existencia.
Álvaro Cabezas Atienza