La mañana en que Asia Campanelli se percató de lo que se había convertido su existencia -un barrizal de monotonía y hastío-, decidió tomar las riendas de su vida y emprender una huída hacia delante. Aquella fuga le conduce hasta un puerto donde permanece amarrado el Albatros, un barco que navegará hacia una isla que no figura en los mapas: Ninboes. Para hacerse con un pasaje, no duda en cerrar un pacto de sumisión con su oscuro patrón: el capitán Varela. De esta forma, Asia se transforma en cortesana, en fiel sirvienta, en objeto de placer y en placer mismo, pero también en musgo que habita la roca… en roca misma. Durante la travesía escribe un diario. Crudo testimonio de una mujer guerrera entregada a la pasión de vivir, a los juegos sexuales, a los instintos, al desconcierto y también al amor. Asia ama y es amada cada segundo del periplo, tallando tatuajes en la piel a fuerza de silencios, temblores y aullidos. La descubrimos transitando por calles y mercados entre gatos que la miran indiferentes y especias de países lejanos; la encontramos sollozando abrazada a un rosario de ebrios suspiros en un mar indulgente; y al cabo, disfrazada de marioneta y de muñeca abandonada, de pájaro de cristal y de nube de piedra.