Te juro que quisiera descubrir aquel París impresionista, sentada en un banco de madera que ya no es, ser esa mirada nostálgica y perdida reviviendo una década que ya pasó, sin ti. Que volvieras transparente y, sin verte, te vertieras en cristal, fueras sorbo de Absenta, liberando mi garganta y jugaras a arderme en el medio de la boca.
Pero no, ni estuve en el café Nouvelle Athènes de Paris, ni fui Ellen André, ni Degas pudo pintarme bebiéndote en otra vida.