Nuria y Bernardo, un matrimonio recién jubilado, cuenta sus vivencias en el mar Mediterráneo desde el verano de 2019 hasta dos años después.
Este matrimonio turolense, a pesar de no haber nacido en la costa, está encadenado al Mediterráneo desde los más de cuarenta años que formaron pareja, disfrutando ininterrumpidamente del sol y de las aguas meridionales, al menos, una semana de las vacaciones estivales.
El estío de 2019 será diferente; además de disfrutar de sus cálidas y turquesas aguas, lo harán de sus puestas de sol ibicencas y navegarán en crucero por distintos países meridionales, impregnándose de su historia, cultura y gastronomía. Empero no todo será satisfacción; conocerán de primera mano las vivencias de personas africanas que, huyendo de la miseria, guerras, violencia o violaciones se subieron en barcazas de goma o de madera, propiedad de traficantes de personas, arriesgando sus vidas en las aguas meridionales en búsqueda del ilusorio bienestar en Europa. Asimismo, sufrirán como voluntarios de oenegés la llegada de pateras y los rescates en alta mar, en medio de la pandemia de la COVID-19, a la que no se le ve el final.